-¿Ves? Es más fácil darte la razón en todo, dejar que hables de sabe Dios qué mientras yo te robo otro cigarrillo. De cualquier modo, al final de la noche nuestros caminos se separarán inexorablemente. Me he dado cuenta de que no sabemos hablar. Tiene gracia… ¿hmm? No. No sabemos hablar, y nos pasamos el día rompiendo un poco más las palabras, haciendo diademas victoriosas y jirones en los que pasamos el invierno. Pero tus palabras vuelan muy rápido hacia el techo, como… Bueno, no sé. No importa. El caso es que no puedo, no consigo atraparlas, igual que tú, que solo puedes balbucear sentado en la barra mientras la noche aúlla fuera, con voz de mujer lúbrica o marinero borracho o todos llorando. Ahora puedo ver que no me gusta tu discurso de barfly, me deja temblando de indiferencia. Podría ser un desfile de las fases, los pasos, los estados de nuestra indecisión, tartamudeados sobre litros de fantásticos colores y sabores que encogen el alma, la entristecen. A la mañana siguiente… ¿Cómo eres a la mañana siguiente? Porque yo me cosería una capa de retales, aquí y allá, y toda mi vida se podría seguir en los remiendos con olor a humedad, tabaco, perversiones, pensamiento. Pero en lugar de eso, me escondo y me coso a mí, sin capa ni trampa ni nada; cuando llegan esas noches solo ves un muñeco de trapo inerte empapando sus costuras con el mismo etanol que a ti te convierte en otro pelele. Así permanecemos, stay!, feria de fenómenos con el corazón en un puño.
-…
-Lo sé, no me has escuchado. A lo mejor no me he dado cuenta y lo he dicho en voz muy baja, no sé. No sé. A lo mejor nunca lo he llegado a decir. Se me ocurre una idea. Tu verborrea incansable es esa aguja que me cose todos los fines de semana. Mientras mi codo sortea marcas de vasos en la barra pegajosa, tú hablas y me coses un poco más las ganas por ti, por todo; vas cosiendo la puerta de mi cuerpo hasta que la luz ya no pasa entre los hilos apretados. Ya no te puedo ver, no te das cuenta. Se acabó.
(Y bla, bla, bla. Mejor, peor, dame fuego).
Nuestras últimas palabras yacen en el fondo de mi vaso vacío.
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