Ha pasado el tiempo. Sigo viva –¿lo ves?
Estos son mis brazos; éstas, mis piernas.
Se mueven. Se callan.
Mis ojos aún preguntan. Mis ojos son de humo
-el mismo que deposité con cuidado sobre la almohada,
antes de irme por segunda vez-.
Mis manos aún suben y bajan sobre las cuerdas
cada vez más fuertes y viejas.
Saben a hierro. Saben a noches casi olvidadas
y a demasiadas maneras de engañarse
a uno mismo.
Mi frente aún conserva grabadas las últimas palabras
de Dios
antes de abandonarme.
Pero mi boca se ha marchado. Mi boca ya no contiene
más que pedazos de vidrio.
La marea ha subido, las palabras han saltado
por la ventana. Yo, mientras,
miro a cualquier parte y rezo por mi alma.
Porque ya no se me ocurre qué otra cosa
puedo hacer.
2 comentarios:
Demasiadas, ¿eh?
No está mal. ¡Danos más!
Me gusta òo
Y me gusta que escribas de ese lado òo
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