Que no, que no hay palabras que puedan atraparte
Que no consigo retenerte en las páginas. Eres inmortal.
Eres un fantasma colmado de dones, de música y de otras épocas.
Aislado
Un vendaval en la costa, arena y colores pegados a la retina.
Tú no existes. Pero a veces te haces real, y yo recuerdo
Que debo intentar conservarte en tinta y papel. Nunca lo consigo.
Puedo hablar de banalidades con una facilidad pasmosa. Soy capaz de escribir relatos y poemas que no hablan de nada, o que pretenden dar cuenta de asuntos elevados, o que retratan a tal o cual persona según mi óptica de la concavidad. Pero a él no hay nadie que pueda registrarlo. Después de todos estos años, los intentos se cuentan por miles; existe alguna que otra poesía que me pareció salvable en su momento. Ni qué decir tiene que he cambiado de opinión.
Oliveira, Oliveira, con tu americana de tacto inclasificable y una camisa de estampado retro. Sentado en la barra como un dandy recién llegado de las islas. Y yo al otro lado, escuchando tu voz como un bálsamo que me transporta de nuevo a la costa, con tus dibujos y ese último concierto que jamás tuve el valor de presenciar.
Maldita sea, creo que nunca seré capaz de hacerlo. Son sonidos, son olores, y sobre todo son imágenes que se han ido quedando por el camino, sin hacer ruido tras mis pasos. Estoy saturada de información que no consigo organizar bajo ningún patrón. Y ahora está lloviendo, y el agua resbala sobre mi cabeza, al otro lado de la claraboya. He buscado tus canciones y las estoy escuchando; se mezclan con las gotas golpeando el cristal. Recuerdo que ayer no le pedía nada a la noche, no sabía si terminaría mal o peor. Así que tomamos la decisión de ir a ese bar en el que las copas son baratas y nadie nos conoce. Entonces, sorpresa. Como una vieja pesadilla que vuelve años después, o una canción que despierta de su letargo tras un largo silencio. Y sonrío sinceramente tras días de fachada deshilachada, me haces sonreír sin saberlo, solo con reconocer tu timbre y tu tono entre el barullo del bar a la una y cuarto de la mañana.
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