20110531

Saviour was my name until the morning

Because they said I could do it

I could do it, huh?

Then I woke up, rising from the dusty cage:

Human being, flesh and bone and rotten head

What are you gonna do now, little saviour? The field

is lost. Everything is lost.

(So blind, so deaf)

No longer here, no more from the others.

No more from me.



20110529

Nota aclaratoria:

Un hombre afortunado es aquél que posee su propia buhardilla.


Corolario: un hombre también podría considerarse afortunado si poseyera su propia biblioteca.

Corolario segundo: en caso de que la biblioteca estuviera alojada en una buhardilla, el hombre en cuestión podría considerarse doblemente afortunado, siempre y cuando el emplazamiento cuente con un clima seco en el que la humedad no suponga una amenaza para los libros.

Corolario tercero: [inserte aquí su propio corolario tercero]

20110526

Paradise Lost

<<(...) Pero otras potestades tan ilustres
no cedieron, y así permanecieron
inconmovibles de dentro y de fuera,
armados contra toda tentación.
¿No tenías acaso tú la misma
Voluntad libre y la energía para
resistir? Tú la tenías. ¿A quién, pues,
tienes tú que acusar, o a qué, cuando
el libre amor del Cielo nos trató
a todos por igual? Maldito, entonces,
sea su amor, puesto que amor u odio,
resultan para mí dolor eterno.
Mas no; maldito tú, puesto que contra
Su voluntad la tuya libremente
escogió que tanto ahora lamentas.
¡Miserable de mí! ¿Por qué camino
evitaré la cólera infinita
y la infinita desesperación?
Dondequiera que huya es el Infierno;
pues yo soy el Infierno (...)
Luego ¡oh, por fin, apiádate de mí!
¿No hay lugar para el arrepentimiento,
no queda ninguno para el perdón?
Ninguno, a no ser con sumisión;
y el desdén me prohíbe esta palabra
(...)
Esto lo sabe bien quien me castiga;
de modo que tan lejos está de él
concederme la paz como yo estoy
de mendigarla. Así excluida, pues,
toda esperanza, en vez de meditar
en nosotros, proscritos y exiliados,
contemplemos al hombre recién creado,
en el que se deleita y para quien
ha formado este Mundo. ¡Adiós entonces,
Esperanza, y con ella adiós temor,
y adiós remordimiento! Todo bien
para mí se ha perdido; mal, sé tú
mi bien; al menos por ti compartiré
el dividido imperio con el Rey
de los Cielos, y en más de la mitad
quizás reinar consiga; como pronto
sabrán el hombre y este Mundo nuevo.>>


John Milton, Paradise Lost (libro IV).

PD: lo admito, estoy enganchada a una epopeya sobre la creación de la humanidad escrita en el s.XVII.

20110524

Neón de fin de partida, de otras dosis,

de otros augurios que he leído

en el vuelo del polvo y el caudal del cielo

-ahora ruido, ahora silencio-

Alguien vomita al final del pasillo -¿soy yo?

No se ve el mar desde aquí, pero crece una mata de hortensias

ceñuda, mirando al norte. Paréntesis. Pienso: la lana

ya no sirve; la lana

ya no cobija del fango

ni del fuego.

Madre, ¿debería construir el muro?

Madre, supongo que estoy enferma de horror

al blanco aséptico.

Ya no queda ninguna fe en pie

que rechazar. Queda el mar, él permanece;

el mar, que ahora es una ventana y un frasco vacío

sin más recuerdos que un olor

viejo a rosas sucias y a primavera con polvo

en los ojos.







PD: 10 puntos al que encuentre el plagio guiño a Pink Floyd.


20110521

Sorry, we're numb until tomorrow - come back soon!

Mother, did it need to be so high?
Pink Floyd


What you see above these walls
drenched in cold sweat
and above your everlasting dusty sky
is nothing but time on the run.

20110519

Caídas

Me caía de los árboles con frecuencia.
Me caía de la bici; solía rascarme codos y rodillas, y por eso ahora tengo las piernas llenas de cicatrices.
Me caía patinando de maneras bastante estúpidas.
Me caía porque tropezaba con mis propios pies.
Me caía por bajar las escaleras demasiado deprisa.
Me caía por querer sacar al perro siendo demasiado pequeña; después el perro me arrastraba arriba y abajo por todo el jardín.
Me caía por correr en el borde de la piscina.
Me caía porque quería; saltaba desde la barandilla del balcón y sentía algo como una descarga eléctrica por todas mis articulaciones.
Me caía por querer mantener el equilibrio en bordillos que no eran planos o lo suficientemente anchos.
(¡Claro que me caía! Me encantaba caerme. No era capaz de permanecer quieta tiempo suficiente como para querer evitarlo.)

Hoy me caí patinando.
Mañana volveré a caerme patinando.
Espero seguir cayéndome por torpe y patizamba durante mucho tiempo.

20110514

H.

Ha pasado el tiempo. Sigo viva –¿lo ves?

Estos son mis brazos; éstas, mis piernas.

Se mueven. Se callan.

Mis ojos aún preguntan. Mis ojos son de humo

-el mismo que deposité con cuidado sobre la almohada,

antes de irme por segunda vez-.

Mis manos aún suben y bajan sobre las cuerdas

cada vez más fuertes y viejas.

Saben a hierro. Saben a noches casi olvidadas

y a demasiadas maneras de engañarse

a uno mismo.

Mi frente aún conserva grabadas las últimas palabras

de Dios

antes de abandonarme.

Pero mi boca se ha marchado. Mi boca ya no contiene

más que pedazos de vidrio.

La marea ha subido, las palabras han saltado

por la ventana. Yo, mientras,

miro a cualquier parte y rezo por mi alma.

Porque ya no se me ocurre qué otra cosa

puedo hacer.


20110508

Visiones

La calle brilla negra, esmaltada por la lluvia; el no-color choca contra las luces quirúrgicas a ambos lados de la calzada. Es una colisión amortiguada, poco importante a ojos inexpertos. Pero está ahí. Como una serpiente de lomo reluciente, con el neón rebotando sobre sus escamas de agua, la calle se extiende hacia el mar. Allí se calla, de repente. Sin otra explicación que la ausencia súbita.

¿Y qué hace él, mientras tanto? Es el héroe de nuestra historia, y los héroes siempre están haciendo algo; ya sea salvar una princesa, combatir a los sarracenos o dirigir revueltas campesinas. Se trata de hombres ocupados, con grandes obligaciones (que a veces responden a una anagnórisis en un lugar semiavanzado del relato) y elevados valores morales.

No obstante, el héroe de esta historia (al que llamaremos H., por evitar el uso reiterado de expresiones perifrásticas) no tiene un historial muy limpio a sus espaldas. Aunque, ya se sabe, “el que esté libre de pecado…”. No obstante, uno no elige para héroe a una criatura sin moralidad. En todo caso, para antihéroe. Pero tampoco.

Lo cierto es que aquí ya no nos quedan héroes ni villanos. Lo que está de moda últimamente son los personajes potencialmente secundarios que se encumbran como protagonistas por fervor estético del narrador. Pero H. no llega ni a eso. ¿Saben ustedes qué hace? Bebe. Mucho. Y luego se olvida de que se ha comido un sándwich. Y después se olvida otra vez. Y vuelve a beber. Y sigue bebiendo.

La extensión de la Maga y H. eran grandes amigos. Compartían ratos de ocio a menudo por las noches, cuando Maga despertaba de su ensoñación de madera ritual y la sangre restablecía el ritmo deseado. H. era un poco tímido al principio, pero a partir de la primera curda en intimidad y una conversación sobre literatura gallega de posguerra, salieron a la luz ciertas afinidades. Maga no quería que nadie la viese durante el día: ese afán vampírico provenía, sin duda, de su deshumanización cíclica. Pero con el paso de los años, ella y H. se amoldaron tanto y tan bien el uno a la otra que ya no le importó. Así, hasta que un día H. decidió que se haría ordenar Dios.

Esto, por supuesto, no era muy ortodoxo, pero Maga aplaudió el ardid de su amigo. Declaró que ella sería su primera y principal sacerdotisa, y ambos chocaron las manos en señal de acuerdo. Así que H. comenzó los preparativos del viaje que le encumbraría como divinidad. Mientras tanto, Maga se distraía contando los tapones de corcho que flotaban en el agua. H. dejó un momento la maleta sobre la cama y se sentó en el borde de la bañera, mirándola. Le apartó el pelo húmedo de la cara y la miró muy, muy fijamente, hasta que Maga tuvo miedo. Eran unos ojos extraños, los suyos: parecían dos perros rabiosos que lanzaban dentelladas a todo lo que se aproximase a su amo. “Cuidado con perturbar el caos dentro de este cráneo absolutamente fantástico”, parecían gruñir. Eso a Maga la fascinaba y entristecía a partes casi similares. Era estúpido hacer observaciones banales cerca de H., incluso si eran observaciones sobre la belleza y la trascendencia y ese pedacito de comida que se te ha caído en la camiseta. También era arriesgado hablarle de uno, porque podía notar cómo una especie de alambre o cable metálico se le colaba por el gaznate, llegaba a las rodillas y las hacía flaquear. Maga estimaba a H. –y además, estaban todos esos cafés durante las tardes de invierno, y ese juego de raptarse el uno al otro por las mañanas y esconderse en la biblioteca a leer poemas sobre gatos. Pero H. se iba, y por partida doble. Se iba por la mañana y por la noche, lanzándose a la conquista de su propia fe inexpugnable. En aquel momento, rodeada de corchos flotantes y espuma y los ojos de H. sobre el borde de la bañera, Maga se echó las manos a la cabeza. Porque comprendió.

Entonces, H. se levantó en silencio y continuó haciendo el equipaje. Había preparado una lista de todo lo que no se llevaba, y la leía distraídamente. Al final, cerró la maleta vacía y se puso su sombrero de ser importante. Maga salió de la bañera chorreando, con el pelo pegado a las sienes, completamente desnuda. Se acercó a H. e intentó abrazarlo para despedirse de él, pero había no-sé-qué en la atmósfera del cuarto que le pesaba mucho al respirar, como si el aire fuera de plomo y los pájaros fueran aviones a punto de estrellarse contra los árboles muertos. H. no solo la ignoró, sino que puso una expresión indefinible que sólo él conocía, y se fue sin mediar palabra. Maga se quedó de pie en medio de la alfombra, llenándolo todo de agua. Cuando la puerta de la calle se cerró, el nivel comenzó a subir. A pesar de que la habitación se estaba inundando, Maga permaneció quieta, estoicamente. No sentía más que sus tapones de corcho flotando allá en la bañera, porque ya había comprendido. Y las cosas o se comprenden, o no, pero no se comprenden dos veces.

Cuando el agua le alcanzó la cintura, pestañeó con cierto desdén perezoso, y levantó la vista. En lugar del techo, aparecía el cielo ante ella, con multitud de cristales que se movían al compás del viento. Los había de todas las formas y colores, porque el cielo se había convertido en el caleidoscopio con el que Maga jugaba de pequeña. Le gustaban especialmente los pedazos rojos, con los que más se identificaba. Y permaneció allí muchos años, sin sentir nada más que el espectáculo fantástico que se desplegaba sobre su cabeza. En el limpio azul del cielo se mecían las hojas secas de la chorima, cruzándose con los colores en espiral ascendente; flotaban mezclados sobre el lecho de Bóreas, avanzando hacia el lugar donde el sol ya no hace falta. A Maga se le ocurrió seguirlos; pero estaba quieta, callada ante la inmensidad, y decidió esperar. No existía mayor placer en el mundo que la contemplación solitaria de los milagros de primavera.

Pero no nos olvidemos de quién es el héroe de la historia. H. nunca ha conquistado ninguna fe, ni en su patria ni en el extranjero. Y al comienzo de este relato, en una calle empapada y brillante de nocturnidad, pensó que quizá el mar no reflejaba el color del cielo, como decía su madre cuando era pequeño. Pensó que quizá el cielo era una membrana abierta por donde escurrirse hacia otro punto cardinal cuando lo necesitara. Así que, una vez el plan de escape estuvo trazado, abrió su cartera y lanzó sus últimas riquezas al aire de mayo. Después entró en un bar y bebió. Entraron unos, salieron otros, habló y siguió bebiendo. Cuando necesitó más dinero, lo cogió y pagó más copas. Al final de la noche se apoyó contra un árbol y miró arriba. Para él, el cielo significaba un instante de evasión y volver a caer en el mismo montón de hojas muertas. Era todo lo que necesitaba, así que no se preocupó. La noche acabó, pero otras llegarían pronto.

Nunca creyó que Maga seguiría allí parada, en medio de un milagro. Tampoco lo habría comprendido.





PD: Este texto no habría sido posible sin la existencia del lp The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd.

20110506

Los no humanos

-El humanismo, el progreso -dicen.

Y se miran dentro, a las entrañas, torciendo el cuello

hasta que, ¡clac!, mueren de sobredosis de sí mismos.


Entrañable, sin duda!)


Todo era más divertido cuando había que esconderse.

Después llegó la guerra. Después nos separamos.


Creo que esta noche me voy a emborrachar.


20110503

Céfiro

Hacia el oeste,
sin rumbo que una o divida,
sin ruido, rubor ni guía,
ni voces al alba.
Trazando la ruta
hacia el oeste.



PD: la mitología nunca dejará de fascinarme.

Impresión XI - Memoria

Gotea
tardanza
inunda charcos
se desborda, se adormece,
nepente de las calles cuando
todo está quieto -tan muerto- nocturno.
En un vaso cabría, entera: cuentas de aurora, corona de agua.