rezo porque nunca volvamos a estar frente a frente
la inevitable caída de mis párpados -dramático otoño facial-
ante tus palabras huecas
tienes el don del vacío, y brindo por ello
eras mi amante espejo, señor de las ratas
estuve encantada de amarme a mí misma en ti
de integrarme en el absurdo contemporáneo
de fundirme hasta la náusea en un cuerpo extranjero
sin ir más allá del puro ejercicio estético
confesaré que fui Nerón en sus brazos
y reí al ver fuera el mundo en llamas
Triunfo: ver al tiempo consumirse condenado por el tiempo
si bien no es mi don el de la palabra, recuerden
al menos que fui una musa de botella, un jirón
de tela, unos ojos ácidos, ceniza al viento