Llega, como siempre, en
Silencio.
(No podría ser de otra manera)
No intentes que reflexione;
no quiero.
Puedo ofrecerte una mano,
después la otra
y toda una eternidad de bailes en verso.
Pero no me pidas que piense
en lo que gano
ni en lo que pierdo.
(Pianísimo)
No tengo mucho que dar a cambio.
Quizá un poco de esto -nada de aquello,
y algunas huellas borrosas sobre la barra.
(Ahora va en aumento)
Siempre mantengo las manos boca arriba
para lavar todo rastro de piedad
-sin mácula, sin mácula-.
No rompas mi fe en la pluma con tu charla
de loco borracho.
Te he ofrecido un baile.
No. Me niego a perder.
(Arriba, más arriba)
Supongo que solo buscaba lo que todos:
mirar a través del cristal empañado,
dibujar amaneceres de barro.
Ya sabes, lo de siempre.
Lirismo -envasado al vacío.
(A todo volumen)
Voy a quedarme aquí, pero no pienses que
estoy esperando.
Es que no tengo mucho más que hacer.
Siguiendo la línea de la costa - lejos, muy lejos
y tan cerca que puedo –sí, ahora sí-
darte ambas manos.
No perdemos, nunca perdemos
si todavía podemos abrir la música en dos
cuando me envuelves con tus ojos de
lana.
(Silencio súbito. Viento de la costa)