Si tuviera que dibujarme a través de tus manos
reuniría tantos puntos de vista, deformidades y contradicciones
que el resultado sería el mundo entero.
Fui secuestrada y recluida en un pedestal
Vestida de santa, coronada reina
-yo, que nunca levanté la vista al cielo-
y ahora te empeñas en derribarme a pedradas
del altar que tú mismo levantaste, y yo, desorientada,
todavía no entiendo qué hacía ahí -o qué hago.
Puedes afilar tus palabras, revolcarte en la cicuta
hasta que tus ojos sangren. Pero -guarda tus balas
y tus fuerzas, y tus malos humores.
Me tomaste por fiel sabueso, a mí
-que siempre he sido un pájaro y jamás
lo oculté-, pero
mantuve el disfraz y nadé a contracorriente mucho tiempo;
tanto, que el río se cansó de mí
y me vomitó a la orilla.
Me voy a quedar aquí un rato, respirando
y derramando un poco de la sangre de la que, según tú, carezco;
que si algo me sobra es vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario