es la quintaesencia del deseo de permanencia del ser humano.
Y tiene gracia, porque funciona como un foco deslumbrante sobre las imperfecciones. Esas imperfecciones de las que el hombre se avergüenza al tiempo que justifica con ellas su humanidad.
El hombre es miedo, es imperfecto. El eterno retorno desde la perspectiva moral es una falacia.
En cambio, desde la perspectiva cronológica es tiempo, y el tiempo es miedo. El eterno retorno es una representación del hombre.
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