He decidido poner punto y final a mi crisis creativa de los últimos meses. Como siempre, el Macondo me ha mimado con su café y su paz privada, y me ha hecho fuerte.
No hay ninguna crisis. Solo era yo asustada de que las cosas no salieran tan bien como esperaba. De perder por el camino el Nobel y el Pulitzer, y a saber qué más. De no ser una Rimbaud, una Kerouac o una Hemingway.
He revisado cuidadosamente las últimas cosas que he escrito, y me he dado cuenta de que no me gustan. No sé en qué momento he perdido la cabeza, pero ésa no es mi voz. No me reconozco. Por eso mismo, este blog queda temporalmente clausurado. Hasta que tenga algo mejor que ofrecer, y no la primera gilipollez que se me ocurra.
Lo único que tengo claro es que voy a seguir escribiendo, por supuesto. Y que éste es el año en el que arranca la leyenda de la Duermevela.
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