A Lady Laula Pianocat, con todos mis muchos y variopintos afectos
El gran pez de oro y yo, frente a frente.
Contemplación casual, pero vívida. El pez
es un ejemplar hermoso, que toca el piano
mientras me observa atentamente
con sus brillos cóncavos rodeándolo como un manto,
una corona de rocío, una alfombra de algas pálidas
en la sala de música.
¡Qué pez tan singular! Es digno de admiración;
cada ser humano debería rendirle tributo.
Agita noblemente sus escamas sobre el terciopelo del escabel
cuando pulsa las teclas. Yo no puedo menos
que sorprenderme y exclamar: ¡qué pez! ¡Qué pez!
Pocos peces hay que toquen el piano; en cambio, este hermoso
ejemplar dorado es un gran intérprete.
Euterpe ha debido de ceñirle en sueños los divinos jirones
de la locura. Este pescado, señores, es un genio.
Lo serviré en una gran fuente de plata, con guarnición de patatas
y un chorro de limón, y otro de aceite:
perpetuaré al genio para siempre, en mi estómago.
PD: todo esto, realmente, viene a cuento de Claude Debussy y sus trabajos para piano.
1 comentario:
Jajajaja! me encanta, aunque ¿pretendes expresar con este hermoso lirismo tu deseo de comerme? Sinceramente, espero que sí, el aceite me da un toque especial XDDD
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